Plaza de Zocodover
Fue el centro neurálgico de la ciudad durante la mayor parte de su historia, actuando como plaza mayor de la misma. Una parte de ella fue diseñada por Juan de Herrera en tiempos del reinado de Felipe II.
Es cuando la antigua plaza fue destruida por un incendio
el 29 de octubre de 1589 cuando se decide construir una nueva. En 1854 se traza
un ambicioso proyecto, de la mano del técnico Santiago Martín Ruiz, para
reorganizar la plaza de Zocodover, transformándola en una plaza porticada
rectangular.
Varios debieron ser los intentos de ensanche de la plaza,
aunque de estos dos son los que más destacan:
El primero y más antiguo data de época de los Reyes
Católicos, aprobado por la misma Isabel de Castilla en 1502. La propuesta vino
del mismo ayuntamiento toledano y se autorizó a todos sus órganos la
remodelación de esta, visto que la otrora plaza era demasiado estrecha, y ya
que el alcázar de Toledo carecía de una plaza apropiada se querían unir ambos
hasta la fachada delantera del edificio. Para ello se elevaría un muro para
superar el desnivel hasta el postigo de San Miguel y también quedaron regladas
sus características, entre la que destacamos la construcción de los típicos
soportales de arquitectura castellana. Nunca se llegó a poner en práctica tan
colosal obra, ya que teniendo en cuenta las posibilidades técnicas de la época
y el elevado desnivel desde Zocodover hasta la fachada principal del alcázar,
23 metros de altura, la dificultad se hacía muy gravosa sumando a esto el hecho
de que para poder rebajar el terreno habría que haber excavado en roca viva.
El segundo ensanche sí se realizó y data de comienzos del
siglo XVII. Este consistió en el derribo de una serie de viviendas de poco
valor que parece ser dificultaban la visión total de Zocodover desde su parte
superior hasta la inferior y viceversa. Nunca se realizaron más soportales y
probablemente este hecho se deba a que no se quería quitar metros a la plaza.
En la actualidad Zocodover es uno de los lugares de la ciudad donde se llevan a
cabo multitud de actos y festejos, así como también sirve de popular punto de
encuentro y disfrute de los toledanos y sobre todo paso obligado para los miles
de turistas que jalonan las calles del casco histórico durante todo el año.
(Fuente: Wikipedia)
Próximos a esta plaza se alza el Alcázar de Toledo, ubicado en la zona más alta de la Ciudad; este lugar le sirvió de inspiración a Leopoldo Aguilar de Mera, alumno de la Academia de Infantería de Toledo, escribiendo la leyenda de:
La sierva “Cuando la animación era más grande,
apareció por la Cuesta del Alcázar una carreta que apenas podía abrirse paso
entre la ola de blancos albornoces y negros capuces. En ella, fuertemente
ligadas sus carnes débiles y sus manos inocentes, iba Azrael, la bella esclava
de Abul, camino del patíbulo. Llegó el cortejo al pie del tablado, el verdugo
hizo subir a la inocente, y cuando el griterío de la ola salvaje era más
ensordecedor, la cabeza de la sierva rodó por el tablado, manchando con su
sangre de carmín el suelo y arrancando un rugido de espanto del confidente del
Rey que veía el cuadro desde las torres del Alcázar.
Y aquella misma noche, cuando el viento
rugiendo una melodía de muerte y la lluvia siseando besaba la ciudad, colgaban
los verdugos en las almenas del Alcázar la cabeza de aquella esclava del Rey,
de la bella Azrael, la de talle gentil como la palmera del oasis, la de mirada
ardiente como las arenas del desierto”. (Web: Leyendas de Toledo)
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