Esta
advocación tiene una pequeña ermita que hay sobre un empinado risco al Mediodía
de Toledo y de la otra parte del río, el cual se atraviesa a aquel sitio por
una barca de remos que titulan el Barco del Pasaje, y tiene enfrente una cuesta
muy agria para subir al santuario.
Sobre
ese mismo asiento y sus inmediaciones se tiene por seguro que estuvo en la
época goda el monasterio de San Félix, y después en la época castellana la
ermita de San Pedro y San Félix (vulgo de Saelices). Ignoramos cuando y por qué
se cambió la advocación del santuario dedicándole a Nuestra Señora con el
título del Valle y olvidando la antigua denominación de dichos Santos, aunque
presumimos que esta novedad debió ocurrir ya muy entrado el siglo XVII, pues el
Doctor Pisa no menciona en su historia de Toledo tal ermita de la Virgen del
Valle y sí da razón de la de San Pedro y San Félix, al paso que en 1674 vemos
ya que se reedifica la capilla a costa de su patrono D. Juan de Austria que dio
500 ducados, de los mayordomos de la cofradía de la Virgen, que pusieron otros
1.000 ducados, de limosnas que se agregaron para sufragar al resto de las obra,
cuyo coste ascendió a 48.932 reales vellón, todo lo cual aparece en la
inscripción que hay sobre la puerta de la iglesia.
Es
de presumir que acaso ya se venerase en la ermita de los referidos Santos la imagen
de Nuestra Señora del Valle, y que hallándose ruinosa la fábrica y sin
hermandad aquellos titulares, la cofradía de la Virgen se encargase de
repararla en unión con el Patrono del santuario (desde siempre ha sido el
Arcediano de Toledo), y con su anuencia se le cambiase entonces la advocación;
ello es que desde esa fecha acá solo se la entiende por ermita de la Virgen del
Valle.
Por
lo demás, nada hay allí notable para el artista; el templo es pequeño y moderno,
de tres naves con su capillita semicircular donde está el único altar sin mas
retablo que una hornacina abierta en el grueso del muro, y en su interior está
colocada la imagen de Nuestra Señora, que es de talla, pero con vestido encima; es sin embargo muy frecuentado este santuario, por la mucha
devoción que los toledanos tienen a su titular, a quien nunca faltan luces de limosnas
y promesas, ya por lo pintoresco del sitio, ya en fin por lo agradable y sano
de las aguas que en abundancia arroja una fuente que brota precisamente debajo
del altar de la Virgen, del mismo risco que sirve de cimiento a la capilla.
Es
también muy concurrido este lugar porque el cerro inmediato, que domina todos
aquellos contornos, suele ser escogido para comidas y meriendas campestres en
días de esparcimiento para las familias toledanas y visitantes; celebrando cada
primero de mayo una fiesta tradicional en honor a la Virgen del Valle. (Fuente:
Toledo en la mano)
En
el cerro inmediato, encontramos dos grandes piedras donde se inspira la famosa leyenda: La piedra (o peña) del Rey Moro. “Pero
la historia no acaba aquí. Al pie de la “peña” se pueden ver varios peñascos
que, colocados unos sobre otros y vistos desde una posición determinada,
figuran la cabeza de un hombre ceñida por un turbante. La tradición toledana
explica el hecho de la siguiente manera: Partidos los restos del ejército moro
y habiendo vuelto la tranquilidad a la zona, el alma de Abul-Walid salía todas
las noches de su sepultura y se sentaba sobre la gran roca para contemplar la
ciudad donde yacía su amada. Al llegar el alba volvía a su tumba. Cierto día,
estando cercano el clarear de la aurora, pidió a Alá que le permitiera
permanecer allí constantemente y no le obligase a ocultarse en su sepultura, y
el dios, viéndole tan desgraciado, le otorgó lo que pedía convirtiéndole en
piedra”. (Web: Leyendas de Toledo)
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